[Lcefiec] charla debate: La problemática de género

AGD - FCEyN agd at fcen.uba.ar
Thu Jul 12 15:07:43 ART 2012


La divulgación en distintos medios de comunicación de un trabajo, llevado
adelante por investigadores de la FCEyN, generó un amplio debate en la
Facultad. Según sus críticos, la investigación y el modo en que fue
comunicada reproducían estereotipos de género que refuerzan la imagen de
la mujer-objeto y banalizan la sexualidad de los varones. Por ello, desde
la Comisión de Género de AGD-FCEyN, los y las invitamos a participar de
una charla orientada a un debate que creemos que nos debemos dada la
importancia del tema. Entendemos que la ciencia cumple un rol en el
desarrollo socio-cultural del país y la Universidad tiene una
responsabilidad como formadora de opinión en la sociedad. Por eso queremos
debatir sobre los presupuestos de nuestras investigaciones, así como el
modo de comunicarlas, dado que estas pueden aportar en un sentido crítico
o reproductor de las concepciones y discursos hegemónicos.

Viernes 13/7, 17hs, Aula 8, Pabellón II
Charla-debate con Laura Fernández Cordero
Doctora en Ciencias Sociales
Investigadora del CONICET/CeDInCI
Miembro del Grupo de Estudios Feministas de la Facultad de Ciencias
Sociales, UBA.

A continuación enviamos la nota de Página12 escrita por Laura Fernández
Cordero referida a este tema del día 29 de junio:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-7341-2012-07-01.html

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Con la ciencia a otra parte

El 24 de mayo, la revista Veintitrés publicó un estudio del físico Mariano
Sigman sobre la propensión de los hombres a mirar los glúteos y los senos
de las mujeres bajo el título "Tetas o culos, el fin de un debate
nacional". Este suplemento reseñó dicho artículo por considerarlo sexista
con la ironía que merece una propuesta más digna de una revista de humor
que de una publicación que se pretende seria. Sigman, en este mismo
diario, reconoció las críticas y buscó separar su investigación e
intenciones del tratamiento mediático. A esa explicación, se refiere la
investigadora del CONICET Laura Fernández Cordero.

Por Laura Fernandez Cordero*

Las explicaciones de Mariano Sigman –director del Laboratorio de
Neurociencia Integrativa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de
la Universidad de Buenos Aires– en relación con la controvertida
divulgación de uno de sus trabajos podrían parecer del tipo “no aclares
que oscurece”. Sin embargo, esos párrafos con los que el investigador
intenta disculparse y separar sus intenciones del montaje mediático que le
propinaron en la revista Veintitrés son reveladores. Allí Sigman permite
ver en claro lo peor del asunto. No tanto el tamizado fatal de una edición
oportunista, no tanto comprobar que su trabajo era pasto para lo más
berreta de la imaginería mediática femenina, no tanto verificar a qué
niveles de sofisticación puede llegar el onanista vernáculo, sino
demostrar cómo algunos supuestos sobre los géneros encuentran nuevas
maneras de justificarse y reproducirse. Es decir, estamos acostumbrados a
que los prejuicios campeen en la publicidad y en algunas producciones
televisivas. Sufrimos a diario el autoritarismo con el que médicos y
biólogos se empeñan en naturalizar sus opiniones. Ahora Sigman nos
demuestra que, como era de esperar, en la neurociencia los prejuicios no
sólo persisten, sino que se fortalecen bajo la pátina de una disciplina
compleja y vanguardista.

Es evidente que cualquier investigador medianamente enterado de la cultura
política que lo rodea sabrá andar con cuidado en el territorio de los
géneros. Colectivos de mujeres, travestis, gays y hasta hombres
heterosexuales comprometidos, han demostrado sus reflejos para denunciar
el prejuicio y la discriminación. Debe ser por eso que los autores
enfatizan “que la elección de este estudio de ninguna manera implica que
estos dos rasgos sean los más relevantes o especialmente distintivos de
una mujer” y creen necesario negar tres veces que la mujer sea la mirada
del hombre sobre ella: “No pensamos eso, no creemos eso, no pensamos que
este estudio suponga eso de ninguna manera”.

Sin embargo, la divulgación mediática en la revista Veintitrés y en el
programa televisivo CQC indica todo lo contrario; ambos se solazaron en la
objetualización corriente y la ilustración de las palabras del
investigador con culos y tetas de laboratorio, para después concluir con
un mensaje bienintencionado avalado por el propio Sigman: el indeseado
imperio de las cirugías sobre el cuerpo de las mujeres. Dejemos de lado la
cobertura mediática ya que es comprensible que la tentación de una
entrevista televisiva y las artes de la edición puedan jugarle una mala
pasada al investigador. Pero si nos atenemos al estudio en cuestión, nada
puede excusar a quienes firman (Bruno Dagnino, Joaquín Navajas y Mariano
Sigman) de su ceguera y su falta de inteligencia al momento de articular
los interesantes despliegues de su ciencia, con la vida social y política
que palpita en objetos de estudio como la percepción, la mirada, el
lenguaje y la conciencia.

Contra los principios que el Pensamiento Científico del CBC se encarga de
transmitir a los novatos, Dagnino-Navajas-Sigman dicen extraer su objeto
de estudio de un extendido “debate folklórico”, en lugar de encarar un
trabajo crítico que les permitiera construirlo en tensión y no en acuerdo
con el sentido común de los géneros. Luego, utilizaron un diseño
experimental que reposa sobre una cantidad de preconceptos que no se
despejan porque los responsables digan que nada tienen que ver con su
ciencia. Lo saben, pero lo hacen; bajo el aval de una universidad pública,
con el lustre de una disciplina de cierta complejidad, con algo de
escenografía tecnológica y con el aura de quien se mete con los misterios
del cerebro, el experimento los hace repetir como loros de alta
capacitación lo mismo que dice el término medio sexista: los varones son
quienes miran, las mujeres son el objeto mirado, sobre el recorte de culos
y tetas un hombre puede responder cuál es “la más bonita”, todos los que
se anuncian heterosexuales lo son, las mujeres se embellecen sólo para los
varones, los hombres responden al plano pornográfico al momento de evaluar
un cuerpo femenino, los cuerpos deseables son los que la publicidad y la
cirugía esculpen con photoshop y bisturí, etc.

Una vez obtenidos los resultados, estos investigadores que parecen escapar
al delantal blanco aunque no a los vicios del cientificismo, arriban a una
conclusión bastante pobre que generalizan sin pudor: el 60 por ciento de
los argentinos (el porteñismo, otro supuesto reinante en el estudio!) son
más culeros, para decirlo como los medios, o prefieren los glúteos, como
indica el comunicado explicativo, o gustan más de los female buttocks,
para decirlo en el idioma de los Archives of Sexual Behavior donde les
publicaron su hallazgo.

La única autocrítica que ofrecen es el haber utilizado un lenguaje
“chabacano”, sin notar o sin hacer el esfuerzo de pensar que en cada
palabra se desnuda su propia percepción, las “prenociones” que los
habitan, las miradas que los definen. Dagnino-Navajas-Sigman terminan
siendo el mejor objeto de estudio de todo este embrollo. Y las
conclusiones no son alentadoras. Podríamos decir que, para no generalizar,
algunos científicos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la
Universidad de Buenos Aires se animan a afirmar sin pestañear que “esa
preferencia que aquí cuantificamos emerge de una compleja interacción de
factores, la mayoría de ellos sociales. Nosotros no festejamos ni alabamos
esto, simplemente lo explicitamos”. Incluso sentencian: “Decidir si
corresponde dar crédito a este juicio trasciende el ejercicio de la
ciencia y se corresponde con creencias, filosofía, política”. He aquí lo
más alarmante: nuevas generaciones de científicos que gustan de bajar de
sus torres de marfil reproducen la vetusta idea de que la ciencia
trasciende su condición social, económica, histórica... política. Lo dicen
como si eso los disculpara en lugar de evidenciar su vergonzoso
desconocimiento del abecé de la epistemología crítica, para no hablar de
las lecciones que dejó el siglo XX toda vez que la ciencia se declaró
pura, neutral u objetiva.

Es valorable que Sigman se disculpe pero, se podría preguntar, ¿tanto
ahondar en el complejo mundo neuronal, tanta neurociencia para esto? Las
ilusiones ópticas y los experimentos serán vistosos pero, al menos en este
caso, no hacen más que reforzar el imaginario que alimenta el sexismo, la
simplificación del deseo masculino y la violencia sobre las mujeres. Y,
tal como queríamos comprobar, de allí se sirven por igual los editores
efectistas, los noteros vivarachos y los científicos desprejuiciados. l

* Investigadora del CONICET. Doctora en Ciencias Sociales. Miembra del
Grupo de Estudios Feministas, Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

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agdFCEN
http://agd-fcen.blogspot.com
Asociación Gremial Docente FCEN/UBA CONADUH/CTA






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